viernes, 11 de noviembre de 2016

La Leyenda de Argeo - Capítulo 1

I – El hombre gris


La lluvia golpeaba salvajemente las duras paredes grises del inmenso edificio. Extraños brazos crecían ramificándose en los niveles superiores, dándole a la ciudad principal, la apariencia de un gigantesco árbol descolorido. A los pies de la titánica construcción, se alzaba de forma despareja y atropellada, un millar de pequeñas casas y edificios, que parecían dejados allí al azar, esparcidos por algún viento invernal.
El día había terminado hacía ya varios ciclos, y la ciudad dormía en casi toda su extensión. Cerca de la cima del Cactus De Hierro, como lo llamaban los habitantes de Ciudad Baja, sin embargo, un potente orbe de luz continuaba funcionando. Un hombre leía antiguos documentos, sentado de frente a la puerta, tras un escritorio de pulida madera oscura. La luz llenaba la espaciosa habitación, decorada ricamente con costosos tapices de quién sabe qué siglo y refulgía en una impresionante librería, unos muebles llenos de pequeños adornos y un par de grotescas estatuas aladas que guardaban la ventana detrás del hombre gris. El llamado fue veloz, apremiante, desesperado. El hombre levantó la vista del texto que estaba leyendo, con expresión pétrea y una suave voz dijo: – Adelante –. La puerta se abrió de inmediato, y un sucio y asustado Caballero Gentil entró velozmente a la estancia. Sus ojos miraban aterrorizados, y sus ropas estaban empapadas, cubiertas de barro y sangre. Se arrodilló frente al hombre de gris y su voz se quebró al intentar hablar.
– ¡Mi señor, han muerto todos!… –
El hombre del escritorio lo silenció con un gesto. Se alzó lentamente de su silla suspensiva y rodeando al caballero se dirigió a cerrar la puerta. El caballero hizo una mueca de miedo al observar el gesto de su señor, sin embargo guardó silencio y esperó a que le ordenasen hablar. Los largos ropajes grises del hombre emitieron un leve crujido cuando este volvió a tomar asiento. Su mirada fría y calculadora se clavó en el rostro del Caballero Gentil. – Habéis despertado a las Calamidades… ¿Ha funcionado el sistema de transporte? –
–¡Si mi señor! – el caballero tragó saliva. – Dos revivieron luego del ritual, y los escuadrones Gamma y Beta entraron en acción al instante… ¡Pero esas cosas son implacables!, No habían terminado de apuntarles cuando una se abalanzó contra el capitán Garred. ¡Lo despedazó como un crío rompe un juguete! ¡La sangre mi señor! Partió al capitán en dos y nos atacó con la mitad inferior, jamás vi algo tan grande moverse tan rápido y silenciosamente. – El joven comenzó a temblar – Ni siquiera las balas de gran calibre las dañaron, únicamente pudimos someter a una cuando el Sornik intervino... –
- Por supuesto que el mago pudo dañarla, os advertí que utilicéis armas de acero Argeo, ¡Imbéciles! – El hombre de gris volvió a levantarse, rabioso, apoyó el peso en sus manos sobre el escritorio. – Dices que capturaron un ejemplar, ¿Qué sucedió con el otro? – El caballero evitó mirar a los ojos de su señor – Le vi por última vez gritándole a la roca que contiene a sus hermanas… Pensaba sugeriros enviar un equipo para capturarla lo antes posible mi señor. – El silencio que siguió a la declaración del caballero fue uno tenso, de esos que pueden ser cortados con un cuchillo, roto únicamente por el sonido de la lluvia al chocar el granito del edificio. Tanto se prolongó la ausencia de sonido, que el joven consideró posible que a su señor le hubiera dado un ataque, y se arriesgo a levantar la vista. Sin embargo su señor estaba contemplando la dormida ciudad por su amplio ventanal como en un trance. – ¿Alguien más ha sobrevivido? – Preguntó por fin el hombre de gris.
 – No mi señor, yo conseguí escapar de milagro… Cuando capturamos a la primera, su compañera abrió la boca como si gritase y se lanzó hacia los pocos que quedaban con una furia asesina. – El caballero se puso en pie – Mi señor, ¡Insisto!, debemos enviar otro escuadrón a capturarla lo antes posible, si esa… cosa consigue liberar a sus hermanas… La ciudad, no, ¡el reino estará en peligro! –

- Lo sé. Se lo que debo hacer – El hombre de gris invitó con un gesto al caballero a acercarse al ventanal– Mira esta ciudad… tantas vidas, tantas familias dependen de las decisiones correctas. –  Súbitamente el hombre gris tomó al caballero por el cuello, y con un veloz movimiento lo arrojó al vacío. – ¡¿Mi señor?! ¿Qué?...- tuvo tiempo de decir el sorprendido joven, mientras su cuerpo comenzaba un vertiginoso descenso.     – Necesito silencio – Contestó Sezabel, el hombre de gris, mientras apuntaba al aterrado caballero con una mano que comenzó a brillar intensamente. Una pequeña esfera de energía salió despedida de la palma abierta de Sezabel, alcanzando al Caballero Gentil, desintegrándolo en medio del aire. La ciudad se ilumino fugazmente, y por un segundo pareció haber nacido un nuevo sol. Y luego volvió la oscuridad.

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